"Egisto envejeció esperando a Orestes"

 

 




           ... durante años y años, Orestes avanzó paso a paso, al abrigo

de las paredes de los huertos, o a través de los bosques.

Álvaro Cunqueiro   

 

Egisto envejeció esperando a Orestes

en el quicio de la puerta.

Le gustaba sentarse en su silla de enea

con un manojo de esparto en el regazo

trenzando cestillos que luego Clitemnestra

llenaría de almendras, anises y ajonjolí.

 

A la fresca jugaba la partida con los vecinos,

se adormecía en el cadencioso gorgoteo

de la fuente del pueblo,

se convencía a sí mismo de que

—finalmente—

Orestes no habría de regresar jamás.

 

Aquella tarde, sin embargo,

el cedazo quedó inconcluso sobre la silla

y un dulce olor a pan de higos amortiguó

el ácido sabor de la venganza.


"NO TODOS VOLVIMOS DE TROYA". ed. Reino de Cordelia

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